miércoles, 3 de noviembre de 2010

Una convocatoria laicista

PEDRO GÓMEZ

22 octubre 2010

No hablo de la buena voluntad de las personas. Me refiero a la política y la ideología
presente en una convocatoria como este llamado "acto cívico laicista", inspirado por el
movimiento de Europa Laica.

Véase en Internet: http://www.laicismo.org/europa_laica
Sería necesario establecer una clara distinción entre laicidad y laicismo, pues hay
bastante confusión en las ideas y en el uso de las palabras. Convengamos en que la
laicidad del Estado tiene como cometido garantizar el pluralismo de la sociedad, sobre
todo la libertad de pensamiento y creencia, en un marco de respeto a las libertades de
todos. Y convengamos en que el laicismo, en cambio, combate contra la pluralidad
existente con la pretensión de imponer su visión del mundo, marcadamente
antirreligiosa. La laicidad significa, entonces, neutralidad respecto a los valores
particulares y religiosos, y funda las instituciones del Estado en un mínimo de valores
y normas legales comunes al conjunto de la sociedad. En concreto, el fin de la laicidad
se cumple básicamente en la separación entre Iglesia y Estado. El lado positivo de la
separación es la independencia de la política respecto a la religión, lo que a su vez libera
a la religión de su servidumbre a la política.
Por consiguiente, la sociedad civil y las relaciones interindividuales no pueden ser
"laicos" en el sentido en que el Estado democrático debe ser laico, separando la política
de la religión y de cualquier otra ideología que la sustituya. Si el Estado se inhibe de
imponer una religión y una moral, es precisamente para que la sociedad y sus
organizaciones no estatales puedan desarrollarse libremente conforme a sus valores
autónomos.
Confundir Estado y sociedad civil es lo propio de la mentalidad totalitaria. La sociedad
y su historia concreta configuran muchos aspectos del sistema social. Y no cabe esperar
que el Estado sea el que lo determine todo, como en el modelo de la dictadura del
proletariado. Tampoco tiene mucho sentido, en el extremo opuesto, pretender que solo
haya sociedad civil, como se refleja en la mentalidad anarquista y en la ultraliberal. La
interrelación entre sociedad y Estado resulta más ajustada a la realidad y a la libertad.
El aparato del Estado cumple funciones en relación con la sociedad y sus diversas
instituciones, a veces públicas, aunque no estatales. Debe operar políticamente en favor
del bienestar social, pero no produciéndolo él, sino estableciendo el marco de las
condiciones constitucionales, regulando la mediación en los conflictos, garantizando las
libertades de la sociedad civil. La laicidad del Estado no obsta para que éste negocie con
las organizaciones de la sociedad civil, siempre que se mantenga la autonomía específica
de cada esfera.
Por otro lado, cabe advertir que lo público no es únicamente lo estatal. El Estado (salvo
el totalitario) representa solamente un nivel del espacio público. De modo que la
sociedad civil cuenta con instituciones de escala pública y servicio público, que no
forman parte del Estado y, por tanto, no tienen por qué ser "laicas" en la misma medida
en que no tienen por qué ser estatales (así, la economía, la política, la sanidad, la
enseñanza, las artes, el transporte, los medios de comunicación, etc.). En tal sentido, en
una democracia, lo público no es lo mismo que lo estatal, y ambos se distinguen del
ámbito privado.
Los convocantes del acto cívico por el laicismo de un Estado que ya es
constitucionalmente laico, pero no laicista, no se detienen en muchos matices. Y pudiera
ser que los convocados no reparen tampoco en lo que, para ellos, acaso sean sutilezas.
Pero analizando su discurso, sus publicaciones y sus propuestas, se detecta aquí una rara
conjunción en la que cabe destacar varios componentes: el estalinismo residual de
Izquierda Unida; el anticlericalismo histórico de un sector del PSOE; el liberalismo
burgués de la renacida masonería, presente en el capitalismo multinacional; y el
izquierdismo católico de base, hipercrítico con la Iglesia oficial.
Todos ellos instrumentalizan un laicismo ya sobrepasado, pero útil para la batalla
particular de cada uno. Así, han convergido curiosamente en una reivindicación muy
especiosa de "Estado laico" que apunta abiertamente contra la Iglesia católica y con la
que cada socio intenta sacar partido para los propios fines. Sin embargo, puesto que solo
la estrategia de la burguesía multinacional cuenta con poder efectivo y proyección
mundial, en la práctica los otros socios actúan más bien como peones usados para luchar
contra las resistencias que el cristianismo y la Iglesia pueden ofrecer todavía a una
dominación cultural de signo nihilista, disfrazado aquí de laicista, que cada vez más está
subordinando la democracia a los negocios.
Por lo tanto, cabe dudar de los objetivos visibles de este acto cívico laicista que parece
surgir de la nada, pues sus actores no tienen ningún problema real de laicidad. Esas
vanguardias de la redención laicista, siguiendo la línea constante de sus escritos y
declaraciones, lo que buscan es -digámoslo sin eufemismos- la supresión indiscriminada
de la religión y en especial el debilitamiento de la Iglesia católica y del cristianismo.
Entre sus consignas, reclaman la "escuela laica" y la retirada de la financiación a los
colegios concertados. Con esto están abogando por la liquidación de los colegios que no
son propiedad del Estado, es decir, que son en su mayoría de instituciones de la Iglesia.
Así de claro. En España, afecta aproximadamente a un 30% de la enseñanza primaria
y un 15% de la secundaria. Si se suprimiera la financiación estatal, la consecuencia
inmediata sería que en pocos meses tendrían que cerrar los centros, dejando a los
profesores en el desempleo y a cientos de miles de niños en la calle.
Sin ir más lejos, algunos de nuestros amigos se quedaría sin trabajo en los colegios
concertados. Compañeros nuestros comunitarios, cuyos nombres todos conocemos, con
niños en edad escolar y en colegios concertados y de la Iglesia... podrían ver a sus hijos
sin escolarizar.
Pero estos efectos concretos tan desastrosos no serían lo más grave. Lo peor radica en
la política de eliminación del pluralismo en la enseñanza, ya de por sí bastante limitado,
dado que es el Estado, por medio del Ministerio y las Consejerías de Educación, el que
decide los planes de estudio y controla todo el proceso educativo. ¿Es que el ideal de
estos laicistas militantes está en la completa estatalización del sistema educativo, al
modo de los regímenes autoritarios y totalitarios?
Más allá de las organizaciones y plataformas que ocasionalmente apoyan este tipo de
convocatorias, bajo lemas aparentemente progresistas, subyace una guerra persistente.
Los cristianos que simpatizan con esa causa deberían pararse a pensar en serio si su
objetivo no es ya reformar la Iglesia, sino destruirla, aliándose con sus enemigos
declarados.
Defendamos la laicidad del Estado, que garantiza el pluralismo, la libertad de conciencia
y de religión. Pero no olvidemos que el laicista odia a muerte la laicidad.

1 comentario:

  1. Hola a todos.

    No estoy de acuerdo con este texto. Ya que se habla de confusiones terminológicas falta distinguir entre Iglesia Católica como jerarquía de poder y comunidad católica-cristiana como masa anónima de creyentes. Este artículo parece escrito para defender los intereses de la jerarquía, que tiene miedo a perder los privilegios que aún conserva, y no el punto de vista intrínseco al cristianismo. El cristianismo no necesita padrinos. Lo que necesita es una nueva jerarquía democráticamente elegida, que lo represente de verdad.

    Por cierto. Creo que el término laicidad no aparece en el diccionario de la RAE. Debe ser inventado para justificar posiciones ambiguas como la que se defiende en este artículo. Si la jearquía católica quiere recuperar el prestigio perdido en las últimas dećadas debe comenzar por ser valiente, denunciando al sistema capitalista como auténtico responsable de la bancarrota moral en la que estamos sumidos. Pero claro esto le conllevaría perder muchos amigos entre banqueros, megaempresarios, presidentes, príncipes y reyes que son actualmente sus grandes padrinos.

    Benedicto, cardenales ¿de qué lado estáis?. ¿Del de los explotadores o del de los explotados?

    Salud.

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