viernes, 18 de marzo de 2011

La legitimación social de la desigualdad


El sistema capitalista se ha revelado en las últimas décadas como una formidable máquina generadora de desigualdad. Es un elemento vital en la supervivencia del sistema implementar mecanismos sociales capaces de legitimar dicha desigualdad, de manera que sea incorporada por la psicología individual de los sujetos como algo normal, inevitable o incluso deseable. No es fácil conseguir este efecto en la mente de los ciudadanos ya que se trata de una tendencia que se revela contraria a la memoria genética de la especie, conservada por mujeres y hombres de una manera instintiva. A ningún político de ningún partido se le ocurriría confesar abiertamente que su programa no está orientado por los valores de Justica e Igualdad debido a que estos valores apuntan hacia nuestra supervivencia colectiva, siendo algo innato y natural en el ser humano. Por tanto la legitimación social de la desigualdad solo puede ser impulsada mediante “mecanismos indirectos” y nunca de manera frontal por el rechazo instantáneo que nos produciría. Pero … ¿cuáles son algunos de estos mecanismos sutiles para la fabricación de un consenso que opera en contra de nuestros propios intereses colectivos?. Destacaremos 4 principales:


* Culpabilización de las víctimas: Los mensajes que se lanzan desde los sistemas de creación de opinión tienden a establecer que el nivel de riqueza de cada individuo está estrechamente relacionado con su nivel de esfuerzo, laboriosidad y sacrificio. Por supuesto solo se trata de un tópico que no mantiene relación con los hechos cotidianos. La pobreza, desde este punto de vista, solo sería la consecuencia lógica de la falta de capacidad trabajo, de la ausencia de ambición, de la vagancia, el vicio o la depravación. Según esta perspectiva “cada uno recibe lo que se merece” y, por tanto, las víctimas de la explotación o la pobreza son, en una buena parte, culpables de su realidad. Bajo este prisma de análisis los ricos quedan liberados de cualquier responsabilidad sobre la situación miserable de las masas desposeídas y la desigualdad queda legitimada como resultado de un sistema lógico de premios y castigos.

* Naturalización de la búsqueda del lucro personal como fundamento social: Los mecanismos de conformación de la opinión llevan décadas transmitiendo la idea de que la acumulación ilimitada de beneficios no sólo es legítima sino incluso deseable como motor de la actividad económica. Los grandes ideólogos del sistema desde Smith hasta Friedman intentan manipular el afán de justicia universal a través del establecimiento del axioma que consagra la potenciación del egoísmo como el mejor principio distributivo y la mano invisible del mercado como fuerza equilibradora aliada del bien. Esta teleología, que recuerda inevitablemente al teorema ultraconservador del “diseño inteligente”, actúa en la práctica como un principio dogmático-teocrático que debe creerse a pesar de que toda la evidencia empírica apunta en sentido inverso. Si el lucro personal es el principio máximo que debe impulsar el funcionamiento de una sociedad se tenderá a aceptar como normal que los ricos sean cada vez más ricos ya que son los que demuestran más habilidad en el manejo de las reglas naturales que rigen la interacción social.

* Manipulación de la teoría darwiniana de la “lucha por la existencia”: Los estudios originales de Darwin llegaban a la conclusión de que las especies más capaces de adaptarse al medio se imponen a las menos aptas. La manipulación aquí consiste en transmitir la idea de que la lucha por la supervivencia se produce entre individuos de una misma especie cuando, en realidad, esa lucha se produce contra las duras condiciones externas que el medio les plantea, actuando los individuos de una misma especie de manera colectiva, solidaria y cooperativa en la gran mayoría de las ocasiones. Las especies raramente desaparecen en lucha contra otras especies sino al verse doblegadas por circunstancias climáticas, químicas o atmosféricas hostiles. Tampoco tienden a acumular recursos sino a utilizarlos de manera racional. Sin embargo el neodarwinismo y el darwinismo social deforman las tesis originales de Darwin para fabricar un imaginario colectivo de lucha mortal entre iguales y de competencia cruel por el acaparamiento de bienes estratégicos. La teoría neoliberal adopta esta visión envenenada de la evolución natural para aplicarla de una manera altamente reduccionista al mundo de la economía, aspirando así a legitimar la desigualdad social como una consecuencia de la natural diferencia de aptitud de los grupos sociales a la hora de adaptarse al medio generando plusvalías siempre crecientes.

* Potenciación indiscriminada de los juegos de azar: Los mecanismos anteriores quedan perfectamente plasmados de manera tangible en la ludopatización de la sociedad a través de un continuo bombardeo promocional de todo tipo de sorteos, loterías, rifas, casinos y cupones que nos prometen ingentes premios a cambio de prácticamente nada. Basta escuchar 1 hora de radio en algunas de las principales cadenas comerciales para darnos cuenta de la enorme envergadura de este lavado de cerebro permanente que penetra en la psique de los individuos dentro del contexto de las sociedades capitalistas. El mensaje codificado es claro: La acumulación de riqueza no es solo legítima y deseable sino que además se constituye en el ideal máximo de felicidad para cualquier individuo en “su sano juicio”. No importa que se transfiera riqueza de muchos a los bolsillos de pocos porque, en última instancia, esa captación desmesurada de bienes debe ser el objetivo final de cualquiera de nosotros, tanto a nivel individual como en términos de clan, peña, tribu, familia o clase.

A nadie debe extrañar que estas ideas y mecanismos, operando a pleno rendimiento, conduzcan hacia la “elección democrática” de partidos abiertamente neoliberales y neofascistas.

Sin embargo la hipnosis colectiva que estas psicologías deformes producen en un porcentaje importante de ciudadanos tienden a revertirse de manera inevitable ante nuevas fuerzas contrasistémicas que desmonten sus argumentos y los sustituyan por fundamentaciones humanistas y racionales. Esto ya se está produciendo con la emergencia de los nuevos paradigmas ecologistas, decrecentistas, libertarios, feministas, pacifistas, indigenistas y por multitud de movimientos sociales y ciudadanos que reclaman el apoyo mutuo como única vía para enfrentarnos a las graves amenzas medioambientales que actualmente acechan a nuestra especie. La legitimación de la desiguladad, en este contexto, equivale a la legitimación del suicidio colectivo. La historia de la vida demuestra que sólo la cooperación radical constituye un pasaporte para el futuro.

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