domingo, 19 de diciembre de 2010

Pequeño cuento solidario


A raiz del tema de cómo ayudar a los demás y poner nuestro granito de arena, aquí os dejo un pequeño cuento de mi cosecha...


Antonio salió tarde del trabajo. Era una tarde fría de últimos de diciembre y volvía a casa cuando varios portales antes de llegar encontró a una mujer joven con la mirada asustada que abrazaba con fuerza a una niña de unos dos años. La niña tenía la cara pálida, ojos febriles y temblaba de frío como un pajarillo. Antonio detuvo su paso para acercarse a la joven y le preguntó en qué podría él ayudarle. Ella le contestó que no tenía dinero para comprar las medicinas a la niña. Llevaba todo el día con fiebre y no sabía qué hacer. Sin pensarselo dos veces, Antonio las levantó del suelo y tras llamar un taxi las acompañó a urgencias pediátricas del hospital. Tras el diagnóstico del pediatra, las acompañó a una farmacia para comprar las medicinas necesarias así como comida y otras cosas para la niña. Finalmente, tras pasar por una gasolinera abierta donde compró comida a la madre, las acompañó a una casa de acogida, donde madre e hija pudieran pasar la noche. Al despedirse de ellas, Antonio no supo que esa noche había salvado a la niña de una muerte segura.

La niña sanó y pudo crecer sana y fuerte. Acabó sus estudios, consiguió un buen trabajo y pudo crear una familia...

Ana salió tarde de trabajar esa noche. Caía sobre la ciudad una terrible ola de frío. En la radio del coche anunciaban temperaturas bajo cero para esa madrugada. Parada en un semáforo vió a un hombre de avanzada edad vendiendo pañuelos de papel. Desde pequeña su madre le había enseñado lo importante es ayudar a los demás. En su situación, Ana poco podía hacer, más que interesarse por el anciano y darle unas monedas, así que buscó algunas en su bolso para dárselas. Cuando se acercó al coche, bajó la ventanilla para charlar con él y darle las monedas, pero antes de poder dárselas el corazón de Ana dio un vuelco. Él también sintió lo mismo al reconocerla, a pesar de haber pasado mucho tiempo y de que ella solo tenía dos años cuando la encontró la primera vez. Ana, con lágrimas en los ojos le pidió a Antonio que subiera al coche y le acompañara a casa. Antonio pasó sus días siendo el abuelo que los hijos de Ana nunca tuvieron.

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